sábado, 14 de mayo de 2016

¿Qué es la clonación? ¿Qué dilemas plantea?

La clonación, entre la ciencia y la ficción. 


Ve este video a propósito de la clonación, como se plantea en la película La Isla.








Ahora lee este texto, que corresponde a una conferencia sobra la clonación pronunciada por la Dra. María Iraburu en 2006, en Pamplona España, en esta caso presentamos el texto actualizado por la autora en mayo de 2013. En éste se te explicará qué es la clonación y cómo se puede realizar, así como algunos dilemas éticos emanados de esta práctica.


Sobre la clonación


1. En qué consiste la clonación.

¿Qué es clonar?

La clonación puede definirse como el proceso por el que se consiguen copias idénticas de un organismo ya desarrollado, de forma asexual. Estas dos características son importantes:
§ Se parte de un animal ya desarrollado, porque la clonación responde a un interés por obtener copias de un determinado animal que nos interesa, y sólo cuando es adulto conocemos sus características.
§ Por otro lado, se trata de hacerlo de forma asexual. La reproducción sexual no nos permite obtener copias idénticas, ya que este tipo de reproducción por su misma naturaleza genera diversidad.

¿Por qué es posible la clonación?

La posibilidad de clonar se planteó con el descubrimiento del DNA y el conocimiento de cómo se transmite y expresa la información genética en los seres vivos.

Para entender mejor esto hace falta recordar brevemente cómo “está hecho” un ser vivo. Un determinado animal está compuesto por millones de células, que vienen a ser como los ladrillos que forman el edificio que es el ser vivo. Esas células tienen aspectos y funciones muy diferentes. Sin embargo todas ellas tienen algo en común: en sus núcleos presentan unas largas cadenas que contienen la información precisa de cómo es y cómo se organiza el organismo: el ADN. Cada célula contiene toda la información sobre cómo es y cómo se desarrolla todo el organismo del que forma parte .

Clonación 1

Esto es así por una razón muy sencilla: todas las células de un individuo derivan de una célula inicial, el embrión unicelular o zigoto. Esta célula peculiar, que es ya una nueva vida, se obtiene de forma natural por la fusión de las células reproductoras, óvulo y espermatozoide, cada una de las cuales aporta la mitad del material genético (la mitad de los planos). En el zigoto tenemos ya la información de cómo va a ser el nuevo organismo: su sexo, sus características físicas, todo: los planos completos. A partir de ese momento esa información se ira convirtiendo rápidamente en realidad por dos procesos: la división celular y la especialización de las células.

§ El zigoto empieza dividiéndose en células que a su vez vuelven a dividirse. Así el embrión va creciendo: primero consta una sola célula, que se divide en dos, y luego en 4, 8, 16, etc. En cada división se hace una copia del ADN presente al inicio (fotocopias de los planos), para que cada célula tenga la información de cómo es todo el individuo. Millones de divisiones después, tendremos un organismo desarrollado compuesto de millones de células que tienen todas ellas toda la información, la misma contenida en el zigoto.

§ Conforme aumenta el número de células estas van especializándose y adquiriendo diferentes funciones. En las primeras etapas de la vida del embrión las células que lo constituyen no tienen unas características concretas, están poco especializadas, pero por eso mismo tienen mucha potencialidad: son capaces de transformarse en cualquier tipo celular, o incluso -en las primeras etapas- de dar lugar a un nuevo organismo. En el organismo adulto, sin embargo, las células ya tienen funciones bien definidas y pierden potencialidad. Esta especialización o diferenciación celular, viene determinada por el uso del ADN: cada célula utiliza sólo la parte del ADN que corresponde a su función. De modo que, aunque cada célula tenga toda la información, no la utiliza toda, sino sólo la parte que le corresponde.

§ Una precisión sobre las células reproductoras, óvulos y espermatozoides. Son una excepción a lo dicho hasta ahora, porque su material genético, su ADN, no es igual al del resto de las células del organismo: tienen la mitad de moléculas de ADN, para que al fusionarse con las aportadas por la otra célula reproductora den lugar a una dotación genética completa; y, además, cada célula reproductora de un mismo organismo recibe una mitad diferente del ADN característico de ese individuo. Ese es el origen de la diversidad en la reproducción sexual y la razón por la cual cualquier embrión producido por fecundación es una incógnita: hasta que crezca no conoceremos sus características.

Clonación 2

Teniendo todo esto en cuenta, cualquier célula del organismo adulto (células somáticas, no reproductoras) puede servir teóricamente para obtener un nuevo ser vivo de las mismas características, ya que tiene en su ADN la información de cómo es y como se desarrolla ese determinado organismo. Se trataría de tomar una célula cualquiera, exceptuando las células reproductoras que tienen una dotación incompleta, y conseguir que esa información se exprese, se ponga en funcionamiento y nos produzca otro ser. Clonar consistiría por tanto en reprogramar una célula somática para que empiece el programa embrionario. Una vez comenzado su desarrollo se implantaría en un útero, ya que de momento no es posible que los embriones lleguen a término fuera de un útero.

Además, disponemos de tecnología adecuada, tanto para conseguir que las células vivan y crezcan fuera del cuerpo, mediante las llamadas técnicas de cultivo celular, como para implantar con éxito embriones generados in vitro, por las técnicas de manipulación de embriones.

Clonación 3

¿Qué dificultades presenta?

Sin embargo, pronto se comprobó que no es en absoluto fácil conseguir un nuevo ser a partir de una célula cualquiera del organismo adulto. La clonación, por el contrario, presentaba dificultades aparentemente insuperables. Las células de distintos tipos que constituyen el ser vivo pueden vivir y crecer en cultivo, pero es muy difícil que den lugar a un nuevo individuo: se limitan a dividirse y producir más células especializadas como ellas. Aunque tienen la información de cómo hacer el ser vivo, la especialización ha hecho que “pierdan memoria”: sólo recuerdan la parte de información que usan habitualmente, y no pueden reprogramarse y empezar de cero a producir un nuevo ser. O al menos esto se pensaba hasta que se publicó la existencia de Dolly.

Clonación 4

2. Cómo se hizo Dolly

Dolly fue el primer animal clonado, es decir, generado a partir de una célula diferenciada o somática, sin que hubiese fecundación. Esa célula procedía de un cultivo de células obtenidas a partir de la ubre de la oveja que se quería clonar. Como hemos dicho antes, las células de un determinado tejido cuando se mantienen vivas fuera del cuerpo -en cultivo-, no dan espontáneamente embriones, sino más células diferenciadas como ellas: no “recuerdan” cómo se lleva a cabo el programa embrionario.

Para lograr que una de esas células “recuperase la memoria” y diera lugar a un nuevo ser, se recurrió a una técnica denominada transferencia nuclear: se tomó el núcleo de esa célula, que es la parte que contiene el ADN y por tanto la información, y se fusionó con el citoplasma de un óvulo procedente de otra oveja, al que previamente se había eliminado el núcleo. Se utilizó un óvulo porque es una célula equipada para el desarrollo embrionario, y su citoplasma (el contenido que rodea al núcleo) vendría a ser de algún modo el entorno adecuado para que el núcleo de la célula adulta se reprogramara. Y, en efecto, así fue: esa célula, una vez activada con señales similares a las que produce la fecundación, se transformó en un embrión unicelular y comenzó el sofisticado programa embrionario, de manera idéntica al que se obtiene por la fusión de un óvulo y un espermatozoide. Tras unos días de crecimiento in vitro el embrión se implantó en una madre de alquiler y 148 días después nació Dolly, una oveja genéticamente idéntica a la de partida.


El proceso de obtención de Dolly fue muy costoso, y en la actualidad no se ha mejorado mucho. Dolly fue el único resultado positivo de 277 intentos, a partir de los cuales se consiguieron 29 embriones, muchos de estos no llegaron a desarrollarse y otros murieron al poco de nacer.

Con todo, Dolly fue un logro científico muy importante. Demostró que hay más de un modo de obtener nuevos animales. Por un lado tendríamos la reproducción natural, que es sexual y que produce diversidad; y, por otro, la clonación: una reproducción artificial, asexual, y que da lugar a individuos idénticos.

Desde el punto de vista técnico, los animales clonados también han presentado problemas: además de presentar un porcentaje mayor de malformaciones, padecen con frecuencia un síndrome que se manifiesta en que su tamaño es mayor de lo normal, y que tiene consecuencias negativas para su salud y desarrollo.




3. La clonación animal: aplicaciones e implicaciones éticas

¿Cuales son las posibles aplicaciones de la clonación en animales?:
§ La clonación nos permitiría contar con muchas copias idénticas de animales que nos interesan por diversos motivos: por sus características naturales (producción de leche, salud, longevidad...) o por características que hemos introducido nosotros gracias a las nuevas tecnologías de manipulación genética. En los últimos años se ha presenciado un desarrollo espectacular de técnicas que permiten manipular genéticamente animales y plantas. Son los organismos llamados "transgénicos": plantas y animales a los que se a alterado su información genética, su ADN, sus planos, generalmente introduciendo determinados genes que los hacen más productivos. El caso de Dolly es un ejemplo. La oveja del Roslin Institute era parte de un ambicioso programa de la empresa PPL Therapeutics que tenía como objeto obtener a gran escala animales modificados genéticamente que produjeran en su leche proteínas humanas de interés terapéutico. El proceso de obtención de animales transgénicos es complejo y da lugar a pocos individuos, al menos si se considera desde el punto de vista de la producción a gran escala. La clonación permitiría contar con un gran número de los animales más adecuados. Otra aplicación es la posibilidad de contar con muchas copias de animales modificados genéticamente para que sus órganos no produzcan rechazo al ser transplantados al hombre (xenotransplantes).

§ La clonación permitiría además ampliar las posibilidades de manipulación genética. Las células en cultivo de las que se parte en la clonación son un material muy adecuado para introducir o eliminar determinados genes y se ampliarían mucho las posibles modificaciones genéticas que las técnicas actuales no permiten.

§ El disponer de copias idénticas de determinados animales sería muy útil para la investigación. Concretamente para conocer con más precisión cómo afecta la variabilidad genética entre individuos o la presencia de determinadas mutaciones al desarrollo de ciertas enfermedades.

Junto con sus innegables ventajas, la clonación animal presenta también para algunos objeciones éticas. Las principales se refieren al impacto medioambiental que tendrían los animales clonados y a la propia supervivencia de la especie. La diversidad que proporciona la reproducción sexual es una ventaja desde el punto de vista biológico, ya que supone para la especie en su conjunto el contar con individuos variados que puedan adaptarse a las condiciones también diversas del entorno. De hecho, sólo las especies más primitivas tienen modos de reproducción que no dan lugar a individuos diversos sino a muchas copias idénticas a los progenitores, son los llamados modos de reproducción asexual: gemación bipartición, etc...Por eso existe el temor de que se empobrezca el patrimonio genético de las especies por la manipulación del hombre y que eso tenga consecuencias irreversibles en el ecosistema. Sin embargo, ese peligro no parece inevitable, si se ponen las medidas adecuadas para que se respete la biodiversidad y la riqueza natural. La propia complejidad de la clonación asegura que los animales clonados no se producirían indiscriminadamente, sino que estarían limitados a fines de producción ganadera o terapéutica, y serían necesariamente un número relativamente limitado (además de que siempre serían capaces de reproducirse a su vez sexualmente).

4. La clonación humana y sus implicaciones éticas

La publicación de la existencia de Dolly levantó inmediatamente un debate sobre la posibilidad de clonar personas. La proximidad biológica hace pensar que la clonación humana sería posible desde un punto de vista técnico, aunque haya factores limitantes (principalmente el número de óvulos necesarios: hicieron falta más de 400 para conseguir a Dolly). El debate, por tanto, se sitúa en un contexto ético, no en si es posible llevarla a cabo, sino en si es conveniente, si debe aprobarse

Son muchas las consideraciones éticas que pueden hacerse en torno a la clonación humana. Una aproximación sería considerar el fin de la clonación : si es obtener un nuevo ser desarrollado (clonación con fines reproductivos) o un embrión que será destruido para proporcionar células o tejidos (clonación humana con fines terapéuticos).

a. La clonación con fines reproductivos

Existe entre la comunidad científica una actitud bastante generalizada de rechazo hacia la clonación humana con fines reproductivos, aunque sólo sea por consideraciones prácticas: bajo porcentaje de éxitos, alto número de óvulos requerido, posibilidad de alteraciones o enfermedades en los clones... Estas objeciones, que se centran en las consecuencias negativas, no parecen tener suficiente fundamento, y con frecuencia se oye a investigadores afirmar que si hubiese un motivo realmente importante para clonar seres humanos no verían inconvenientes en que se hiciera. Los argumentos con un fundamento de tipo antropológico, y por tanto más sólido, podrían resumirse del siguiente modo:
La clonación, incluso si no conllevara la muerte de embriones y tuviese un 100% de éxito dando lugar a un ser humano sin fallos, supone un atentado a la persona así generada, que sufriría una manipulación difícil de superar:
§ El clonado sería seleccionado positivamente por otros, que han decidido cuál va a ser su dotación genética y sus características biológicas.

§ El clonado sería generado con un fin: emular a alguien cuyas características interesan por algún motivo: un hijo fallecido al que se pretende sustituir, un genio cuyas habilidades interesa mantener, etc. Las consecuencias psicológicas de esa presión serían imprevisibles.

§ El clonado carecería de las relaciones elementales de familia: no tendría en absoluto padre, ni propiamente hablando madre: tendría un hermando gemelo mayor, una madre ovular (¿citoplásmica?) y una madre de alquiler.
Se puede formular positivamente lo expuesto diciendo que, cualquier ser humano tiene derecho a que:

§ Ningún tercero decida su componente genético.

§ Ser querido por sí mismo y no para conseguir un fin, como emular o reemplazar a alguien (planteamiento que supone, además, un desconocimiento total de cómo son los seres humanos).

§ Tener un padre y una madre de los que procede, también biológicamente y que son responsables de él.

Dicho de otro modo: la clonación reproductiva atenta a la libertad del clon, fija sus condiciones biológicas según el criterio de otros, y en ese sentido es un ejemplo difícilmente superable de manipulación del hombre por la técnica (manejada por terceros).

b. La clonación humana con “fines terapéuticos”: el descubrimiento de las células madre embrionarias.

En el campo de la aplicación terapéutica de los embriones se encuentra el verdadero debate que zarandea actualmente la opinión pública y a la comunidad científica. Para describir con detalle en qué consistirían esas posibles aplicaciones hay que hacer referencia a algunos descubrimientos o avances recientes, que no están directamente relacionados con la clonación. Concretamente:

§ La posibilidad de curar enfermedades llevando a cabo transplantes no con órganos completos, sino con células, mediante la llamada terapia celular. Esto parece una buena alternativa para determinadas enfermedades que son el resultado de el mal funcionamiento de una población bien definida de células. Consistiría en reemplazar las células enfermas por otras sanas, sin necesidad de transplantar el órgano entero.

La posibilidad de obtener células madre embrionarias. En el año 1998 dos grupos de Estados Unidos publicaron la obtención de células madre embrionarias a partir de embriones humanos que procedían de la fecundación in vitro. Esos embriones estaban en la fase llamada de blastocisto. Los blatocistos son embriones de 5-6 días y que tienen un aspecto esférico con una cavidad interna. Se diferencian en ellos lo que es propiamente el embrión (un grupo de células llamado masa celular interna), de las células que darán lugar a la placenta (llamadas trofoblasto). Los “logros” de estos grupos fueron más bien de tipo técnico: tomaron masas celulares internas de varios blastocistos (destruyéndolos en el proceso) y las pusieron en cultivo. Consiguieron por un lado que esas células, llamadas células madre embrionarias, viviesen y se dividieran activamente en cultivo; y por otro lograron una especialización dirigida de esas células: tratándolas con diferentes factores consiguieron que dieran lugar a células tipo piel (ectodermo), tipo digestivo (endodermo) o tipo músculo (mesodermo).

Clonación 6

¿En qué consiste entonces la propuesta de clonación humana con fines terapéuticos? Consistiría en combinar la técnica de clonación con la de obtención de células madre embrionarias, para curar a adultos que tuviesen una enfermedad que pudiera resolverse mediante transplante celular. Esto se haría de la siguiente manera:

1. Mediante la técnica empleada en Dolly se generaría un embrión a partir de células diferenciadas de la persona que se quiere curar.

2. El embrión obtenido por clonación se destruiría a los 6 días para obtener a partir de él células madre embrionarias.

3. Esas células se especializarían hacia el tipo celular necesario para curar a la persona en cuestión.

4. Se implantarían esas células para curar a la persona.

Al proceder de un embrión idéntico a la persona de partida, las células no provocarían rechazo al ser implantadas y además la posibilidad de mantener congelados los cultivos celulares proporcionaría una fuente casi ilimitada de tejidos. Hay que indicar que desde el punto de vista técnico este proceso es aún una mera posibilidad y haría falta mucha investigación para ponerlo en marcha: no se han conseguido todavía tipos celulares bien definidos a partir de células madre embrionarias y hay pocas evidencias de que de hecho puedan curar enfermedades.

Clonación 7

¿Y las implicaciones éticas de este procedimiento? En este caso no hay manipulación del nuevo ser humano, como sucede en la clonación con fines reproductivos, por la sencilla razón de que ese embrión nunca llegará a término porque será destruido para ser fuente de tejidos. Ese mismo embrión implantado en el útero de una mujer daría lugar a un niño, porque el proceso de clonación es idéntico sean cuales sean sus fines (reproductivos o terapéuticos). Salta a la vista que el término “terapéutico” aplicado a este proceso es equívoco: es terapéutico para un ser humano, pero a costa de la vida de otro. La ilicitud de este tipo de clonación se basa en el derecho a la vida que exige la dignidad de todo ser humano, independientemente de su grado de desarrollo. Nadie tiene derecho a la salud a cualquier precio, y menos si el precio es otra vida humana.

5. Algunas alternativas a la clonación humana con fines terapéuticos

Existen alternativas a la clonación humana con fines terapéuticos que no presentan objeciones éticas tan serias. La más interesante es la posibilidad de conseguir células madre de origen no embrionario.

§ En el cuerpo humano existen células madre de adulto que son precursoras de otros tipos celulares: células menos especializadas que podrían dar lugar a varios tipos de células. En los últimos años se ha descubierto que estas células son mucho más versátiles de lo que se pensaba. Si se ponen en cultivo y se tratan con diversos factores puede hacerse que se diferencien hacia tipos celulares muy diferentes de aquellos a los que habitualmente dan lugar en el cuerpo. Las células madre se encuentran en el adulto en la médula ósea, el sistema nervioso y órganos diversos.

Clonación 8

Utilizar esas células para auto-transplantes no presentaría ningún inconveniente ético, ya que no habría una nueva vida implicada.

§ Las células madre pluripotenciales inducidas o iPS. Los trabajos del Dr. Yamanaka (premio Nobel de Fisiología del año 2012) han demostrado que se puede reprogramar una célula somática para que adquiera características de célula desdiferenciada. Esto se consigue potenciando de forma artificial, mediante manipulación genética, la expresión de varios genes que son como “marcas” de desdiferenciación celular.

En definitiva: hay vías terapéuticas que van haciéndose posibles por el desarrollo de la ciencia y que no vulneran el respeto debido a la vida humana en todas las fases de su desarrollo. Es deber de todos defender la vida humana y fomentar que se canalicen los esfuerzos de la investigación hacia ese tipo de técnicas.


Ahora ve este video, hasta el minuto 25.


Ahora, elabora un ensayo con el siguiente tema: Casos en los que considero que la clonación debe ser permitida.

Pon un ejemplo y da tus argumentos.

Extensión, dos cuartillas a doble espacio. Letra Times New Roman de 12 puntos.

Fuente: http://www.unav.es/cryf/clonacion.html

Genoma humano y bioética




Ve el siguiente video y después lee el texto que se incluye.



 

En su artículo Proyecto del genoma humano: Enfoque ético e impacto social Aime González Santiesteban y Lic. Lázaro Velazco Brito señalan una serie de dilemas que vale la pena mencionar, mismos que se desprenden de nuestro conocimiento del genoma humano. ¿Para qué puede usarse? Por ejemplo:


"ASPECTOS ÉTICOS POR EL USO DE PRUEBAS GENÉTICAS:
1. Diagnóstico preconcepcional (antes de que se unan el ovulo y el espermatozoide): Se realiza sobre el primer cuerpo polar. El corpúsculo polar es aspirado por micromanipulación y, posteriormente, se lleva a cabo una amplificación de sus ADN mediante la técnica Reacción en cadena de la Polimerasa (PCR) para analizar su contenido genético, de cuyo análisis podrá deducirse cómo es el ovocito secundario correspondiente. Esta técnica no tendría problema ético, ya que se evita eliminar embriones. Pero la eficacia es de un éxito de diagnóstico por cada 35 ciclos, mientras que la eficacia del diagnóstico preimplantatorio es de un éxito por cada dos ciclos. 

2. Diagnóstico preimplantatorio (antes de que se implante un embrión): Se realiza excluyendo una o dos células (blastómeros) de un embrión en estadio de 6 a 8 células que puede ser analizado posteriormente mediante técnicas cromosómicas (FISH) o moleculares (PCR). Su error con PCR es de un 8%. El problema ético del uso de esta técnica es que los embriones no elegidos serían eliminados.

3. Diagnóstico prenatal (antes del nacimiento): Consiste en la detección de anomalías genéticas o congénitas en el feto. Se puede obtener por amniocentesis, extracción de vellosidades coriónicas o por tomas de muestras de sangre fetal por punción del cordón umbilical.

4. Diagnóstico presintomático (antes de que se presenten los síntomas): Se realiza en un individuo antes de tener síntomas de la enfermedad. Pronostica enfermedades genéticas futuras.

5. Diagnóstico sintomático (cuando se presentan los síntomas): Informa de la presencia de una enfermedad de origen genético cuando la persona presenta síntomas de la mismo"



En los casos número 1 y 2, hay quienes consideran que no es ético elegir qué ser potencial debe prosperar o no. Es decir que no se deja a la naturaleza hacer la elección, sino que es alguien quien, de acuerdo a una elección genética, toma esa decisión. 

Pero también podría decidirse que sólo se implanten embriones que serán niños o niñas. ¿Te parece que esto es ético? ¿Por qué?

En el artículo mencionado antes también se plantean otros dilemas: 

"La realización de las pruebas genéticas con fines no terapéuticos (a solicitantes de trabajo) trae consigo la aparición de problemas éticos tales como:
a)- Estigmatización: Existe un riesgo de ser estigmatizado cuando el resultado de un examen genético es positivo. Actualmente cambiar un gen mutado todavía no es posible en la mayor parte de los casos. Por lo que si el individuo tiene resultados positivos en una prueba para una enfermedad genética, se considera que posee dicha patología como algo inmutable. Esto se agrava por hecho de que en la mentalidad popular los genes son considerados emisarios del destino biológico. El hecho de que la expresión genética sea afectada a menudo por la interacción con las fuerzas ambientales o por otros genes presentes en el cuerpo es difícil de entender pos por esta clase de mentalidad.

b)- Presiones: Si la prueba se hace obligatoriamente o se presiona a la persona para tomarla, eso afecta la posibilidad de ejercitar una decisión libre.

c)- Discriminación: Cuando el tratamiento de la enfermedad, para la que se realiza la prueba, es costoso, existe el riesgo de discriminación por las compañías de seguro y los empleadores. En el ámbito laboral la discriminación se puede manifestar cuando el empleador usa esta información a la hora de contratar personal para evitar los costos que significaría la ausencia prolongada o el retiro por motivos de enfermedad de un empleado. Solamente contrataría a aquellas personas con bajo riesgo de que en el futuro se le manifieste una enfermedad. Se habla de discriminación en los seguros médicos, pudiendo establecer cuotas de acuerdo al riesgo predicho por los test genéticos. Además se aborda el tema discriminatorio a nivel de escuelas, agencias de adopción o el ejército.

d)- Daño psicológico: Cuando no existe un método efectivo de prevención o tratamiento de una enfermedad, revelar a un paciente que la tiene puede causar serias dificultades emocionales. En esta situación crece la ansiedad y algunos hasta intentan suicidarse. También se cuestiona el valor de hacer una prueba para una enfermedad que no tiene curación.

e)- Confidencialidad y privacidad de la información: Se pueden crear problemas con la confidencialidad de los datos y el derecho del paciente a que se mantenga una privacidad sobre sus datos genéticos personales. Es difícil que la información genética se mantenga dentro de los límites del sistema médico y fácilmente puede pasar a otros estratos sociales. Algunas de las pruebas genéticas pueden predecir costos de salud en el futuro para la persona y pueden implicarse a parientes, que podrían compartir el gen mutado y que no se han hecho la prueba. Existe personal no profesional en las instituciones que manejan esta información y sobre los que no recae una ley de confidencialidad. Además, el concepto tradicional de moral interpersonal con respecto a la confidencialidad puede no tener aplicación a decisiones de instituciones que no son un ente moral en sí mismas.

f)- Comercialización: Los servicios de pruebas genéticas están pasando de centros médicos académicos a las empresas privadas. Existe una sustancial motivación para que las pruebas genéticas sean parte del mercado. En este mercado habría un dominio de los países industrializados con capacidad técnica sobre los países en vías de desarrollo, lo que redundaría en que estos últimos se verían incentivados por el extranjero para adquirir."


Saber que tenemos un gen que provoca una enfermedad es bueno, porque nos permite prevenir la enfermedad o atenderla a tiempo, por ejemplo cuidando nuestra alimentación o peso, o bien empezando un tratamiento preventivo o realizando alguna cirugía.

Por otra parte, según se desprende de los puntos a y c, por ejemplo, se podría negar trabajo o un seguro médico a alguien si en su genoma se encuentra que podría desarrollar una enfermedad.

Las empresas no contratarían a alguien que pueda desarrollar diabetes, porque le podría suponer faltas por enfermedad o un bajo desempeño laboral.

Al mismo tiempo se le negaría a quien desarrollaría alguna enfermedad un seguro médico porque a la empresa aseguradora le saldría caro asegurar a alguien que, según su genoma, muy probablemente se enfermería.

En la película Gattaca se plantea un mundo en el que se elige a los más aptos con base en sus genes. ¿La conoces?




Ahora te proponemos hablar de un dilema bioético y discutirlo con tus compañeros:

Alma es una mujer casada que tiene dos hijos varones.Ella siempre ha querido tener una niña, por lo que recurre a los servicios médicos de reproducción asistida para que su próximo embarazo sea de una niña.Durante los estudios genéticos que le realizan descubren que tiene una enfermedad grave que sólo se hereda a las mujeres, esto en el 70% de los casos. Los hijos de Alma no la heredarán, pero si tiene una hija, ella sí tiene una alta probabilidad de heredarla.

Retomemos:

-En los servicios de reproducción asistida pueden ayudar a Alma para que su próximo embarazo sea de una niña.

 -Si Alma tiene una hija, ésta tiene el 70% de probabilidades de heredar una enfermedad grave.

¿Debe Alma proseguir con su proyecto de tener una hija? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué?

Participa en el foro, donde hablaremos de este dilema ético relacionado con el genoma humano.







viernes, 13 de mayo de 2016

La ética y tú






ÉTICA PARA AMADOR, Fernando Savater

 

Editorial Ariel, Barcelona,  2000, págs. 19-32.

 

Capítulo 1

 

DE QUÉ VA LA ÉTICA






Hay ciencias que se estudian por simple inte­rés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ga­narse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de as­trofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tiene ma­yor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y to­dos tan contentos.

Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que sal­tar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuen­cias serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

En una palabra, entre todos los saberes posi­bles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convie­nen ciertos comportamientos ni ciertas acti­tudes. Me refiero, claro está, a que no nos con­vienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar ro­dearse del mayor número de enemigos posibles. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: dis­tinguir entre lo bueno y lo malo, es un conoci­miento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción- por la cuenta que nos trae.

Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que de­bemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a ve­ces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso conti­nuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las re­laciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra -y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los de­más ya hemos dicho que es por lo común incon­veniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad -caiga quien caiga- suele cogerle manía todo el mun­do; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es más probable que se vea con la crisma rota que quien se va sil­bando a su casa. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasio­nes apariencias de malo. Vaya jaleo. 

 

Lo de saber vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a qué de­bemos hacer. En matemáticas o geografía hay sa­bios e ignorantes, pero los sabios están casi siem­pre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante, puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al alpinismo; pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada más, mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre, afecto sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alar­gar la vida, a lo que responden fumadores y bo­rrachos que con tales privaciones a ellos desde luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.



En lo único que a primera vista todos es­tamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte, resultado de lo qué quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo sen­tido. Nadie discute si las piedras deben caer ha­cia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto. Los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural, cada animal parece saber perfectamente lo que es bueno y lo que es malo para él, sin discusiones ni dudas. No hay animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que la araña no lo puede remediar...


Voy a contarte un caso dramático. Ya cono­ces a las termitas, esas hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es blando, por carecer de la coraza quitinosa que protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de capara­zón colectivo contra ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). Enseguida, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan dete­ner a las enemigas. Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuel­gan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandí­bulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocu­pan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y he­roicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo menos? ¿No es justo decir que son valientes?

Cambio de escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sa­biendo que éste es más fuerte que él y que proba­blemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico va­liente. Pero ¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de los insec­tos? ¿Cuál es la diferencia entre un caso y otro?

Sencillamente, la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tie­nen que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca). Héctor, en cam­bio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las termitas-soldado no pueden desertar, ni re­belarse, ni remolonear para que otras vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está enfermo o que no le da la gana enfrentarse a al­guien más fuerte que él. Quizá sus conciudada­nos le llamasen cobarde y le tuviesen por un ca­radura o quizá le preguntasen qué otro plan se le ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que se supone que debe hacer: no está programado para ser hé­roe, ningún hombre lo está. De ahí que tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admira­mos su valor.

 Y así llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales (y no digamos ya los minerales o las plantas) no tienen más remedio que ser tal como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les puede reprochar que lo hagan ni aplaudir­les por ello porque no saben comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres también esta­mos programados por la naturaleza. Estamos hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de to­das nuestras precauciones debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero pa­recido, nuestro programa cultural es determi­nante: nuestro pensamiento viene condicionado por el lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde fuera y que no hemos in­ventado para nuestro uso personal) y somos edu­cados en ciertas tradiciones, hábitos, formas de comportamiento, leyendas...; en una palabra, que se nos inculcan desde la cunita unas fideli­dades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que acabamos de hablar. Su pro­gramación natural hacía que Héctor sintiese ne­cesidad de protección, cobijo y colaboración, be­neficios que mejor o peor encontraba en su ciudad de Troya. También era muy natural que considerara con afecto a su mujer Andrómaca -que le proporcionaba compañía placentera- y a su hijito, por el que sentía lazos de apego bioló­gico. Culturalmente, se sentía parte de Troya y compartía con los troyanos la lengua, las cos­tumbres y las tradiciones. Además, desde pequeño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de su ciudad y se le dijo que la cobardía era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y que le castigarían de uno u otro modo. De modo que también estaba bastante programado para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo...



Por muy achuchados que nos veamos por las cir­cunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.

Cuando te hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A lo que nos diferencia de las termi­tas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos,pero también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí conviene se­ñalar dos aclaraciones respecto a la libertad:

Primera: No somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o feos, que los aqueos se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser pruden­tes o temerarios, vengativos o resignados, vestir­nos a la moda o disfrazarnos de oso de las caver­nas, defender Troya o huir, etc.).

Segunda: Ser libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente. No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la omnipoten­cia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese imposible). Por ello, cuanta más capacidad de acción tengamos, me­jores resultados podremos obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo es práctica­ mente imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer, pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre) pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesi­dades que no controlo a mi gusto. Si no me co­nozco ni a mí mismo ni al mundo en que vivo, mi libertad se estrellará una y otra vez contra lo necesario. Pero, cosa importante, no por ello de­jaré de ser libre... aunque me escueza.

En la realidad existen muchas fuerzas que li­mitan nuestra libertad, desde terremotos o en­fermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una fuerza en el mundo, nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo, ve­rás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad que de la libertad misma. Te dirán:«¿Libertad? ¿Pero de qué liber­tad me hablas? ¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la televisión, si los gober­nantes nos engañan y nos manipulan, si los terroristas nos amenazan, si las drogas nos es­clavizan, y si además me falta dinero para com­prarme una moto, que es lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco, verás que los que así hablan parece que se están quejando pero en realidad se encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan: «¡Uf! .¡Menudo peso nos hemos quitado de encima!

Como no somos libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra... » Pero yo estoy seguro de que nadie -nadie- cree de ve­ras que no es libre, nadie acepta sin más que funciona como un mecanismo inexorable de re­lojería o como una termita. Uno puede conside­rar que optar libremente por ciertas cosas en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en una casa en llamas para salvar a un niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a un tirano) y que es mejor decir que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fá­cil, es decir, esperar a los bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello. Pero dentro de las tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubie­ras querido... »

 Cuando cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que le apliques la prueba del filósofo romano. En la an­tigüedad, un filósofo romano discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y asegu­raba que todos los hombres no tienen más reme­dio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. «¡Para, ya está bien, no me pegues más! », le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle, continuó argumentando: «¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare: soy automático.» Hasta que el amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla más que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marcia­les...

 En resumen: a diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, con­veniente para nosotros, frente a lo que nos pa­rece malo e inconveniente. Y como podemos in­ventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar ad­quirir un cierto saber vivir que nos permita acer­tar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética. De ello, si tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este libro.